Para empezar, prendo un cigarrillo. Quizá ese pueda ser un buen y estético d-efecto retórico para introducir un escrito sobre la miseria. sobre todo este cigarrillo; éste que es peor; éste que ni presentación tiene; esto que ni cigarrillo es. éste es de $200, y no me sabe sino a ahogo. Remojo mi toz seca con un trago de cerveza que, por su parte, tampoco tiene algo agradable para ofrecerme. El gas que se contenía en la botella no desperdició la oportunidad de irse, en tanto que le dejé abierta y empecé a ahumar la habitación. Espero a terminar lo que me queda del cigarro para continuar diciendo que me estorba el cigarrillo para escribir. Que, además de ahogarme en la sensación de ahogo, el cigarrillo, por si mismo, aunque autor de estas líneas, sería incapaz de escribir una sola palabra. Es él y no yo, pero de mi no sería sin él, polvo y ceniza en un camino lleno de rocas picadas que esperan lo que sigue después de la exhalación para continuar caminando al son de la niebla de mi autopa...